miércoles, 5 de febrero de 2014

Gente sin amor


Hoy platiqué con ella, sus palabras huecas eran la pintura de un desamor y el monitor su lienzo. Entonces descubrí a la gente sin amor. No es que no existieran, es sólo que no los había notado. A ella, su marido la cambió por otra, así lo cree. Tienen un hijo que él visita poco, pues a penas tiene tiempo cuando no está borracho, aunque a veces lo visita cuando lo está, le da igual. Ella no entiende porque la dejó y aún cuida sus pasos, a veces piensa que le importa más que su vástago. Llora casi todas las noches, despacito, mordiendo la almohada para que su hombrecito no la escuche, aprieta las sabanas y grita en silencio, cómo se parece el pequeñito al desgraciado.

Una mujer casada detesta a su marido, no quiere que la toque más, él se pregunta por qué y ella responde para sí, en silencio: porque ya no te amo y tengo un amante. Él no quiere saberlo y se larga al monitor a conquistar nuevas sensaciones que suplan el deseo y el cariño que aún siente por su esposa, ¿o es la costumbre? Ella se acerca arrepentida y le acaricia el cuello, él se deja y tratán de hace el amor, la niña llora, ella se detiene y acude a intentar apaciguarla, se quedan dormidos y así termina otro día más.

Tiene 35 años, quiere hijos y un marido. Les advierte a los hombres y continúa sola. Ellos se acercan, la escuchan y se alejan. Aquel dijo que sí, pero ella dice que no, su amor es poco. No es fea, más bien bella. Feo el matrimonio, nadie quiere compromisos con o sin amor. Los años no pasan lento, su rostro pierde lozania y su corazón también.

Él es soltero, trabaja, le va bien, no tiene necesidad económica tiene necesidad sentimental, no quiere volver a su casa después del trabajo, prefiere la cantina y los amigos, así se olvida por un momento que está sólo, sin una mujer a la que tienga que cuidar y visitar saliendo de trabajar, por el contrario le llama la mujer casada que no soporta a su marido y piensa en divorciarse, él no la quiere pero la desea, una noche, otro no, otra tampoco y ya quiere olvidarla.

Ella dice que no necesita a los hombres, que son torpes y sucios, quiere y ama a las mujeres, pero tampoco las soporta porque dejan que los hombres las usen. No le gustan sexualmente, está enamorada de su género, que remedio, no se puede cambiar, aunque el cuerpo cambié los cimientos serán los mismos. Ella lo extraña y no la deja ir, él le sigue ayudando a prolongar el adios que no termina, quieren estar juntos pero no pueden, o tal vez, no quieren.

Aqui y allá vi a la gente sin amor, que fingen conocerlo, que presumen tenerlo y no lo da, que lo guardan para sí, que lo atesoran para el que esperan y no conocen, que tontos, que les digan que el amor no se guarda, que se comparte, que se derrocha, que se derrama de los pequeños recipientes que son los cuerpos; pero siempre lo mezclamos con odio, con avarica, con egoismo, con vanidad, con todo lo que deseamos conservar para nosotros, eso no es el amor, no para mi.
Ayer y hoy vi a la gente sin amor.
Me miro al espejo y veo que una gente sin amor me mira, soy yo.

Filtrado de información

En un esfuerzo conjunto con el buen Marco, comenzamos a desarrollar una historia de la cual el primer capítulo no incluido es el siguiente:

Pasteles de lodo

La primera transformación de la cual Susana se sintió orgullosa fue un pastel de lodo con lombrices vivas, salían de la forma cilíndrica del pastelillo y se retorcían frenéticamente tratando de escapar; era una pequeña obra de arte culinaria que se antojaba mirar, más que probar, para descubrir cómo es que las lombrices no podían liberarse.
            El hombre sonriente de cuerpo delgado y lentes chistosos fue el único que se atrevió a comer el pastelillo de Susana… y sus sopas, y su guisado de tortugas vivas; nunca hizo gesto, siempre sonreía mientras comía y miraba el cuerpo de la niña, la miraba con atención y con curiosidad, a veces, mientras ella escarbaba para sacar más lodo, el hombre se echaba al piso y la miraba fijamente, lucía gracioso y eso la hacía reír, el hombre en respuesta sonreía y hacía posiciones aún más extrañas que ella no entendía, pero que igual le causaban risa.
            El hombre y sus padres nunca coincidían, cuando ella jugaba sola, siempre aparecía él, amable y sonriente. Un día, mientras hacia pasteles de lodo, el hombre llegó con una cubeta de la más suave arcilla que ella jamás hubiera imaginado, tan maleable que parecía plastilina y un montón de moldes pequeños con los que podría hacer pasteles de lodo de mil formas, el hombre la invitó a su casa.
            Susana estaba tirada boca abajo moldeando nuevos pastelillos, el hombre estaba cerca, muy cerca, tan cerca que ella tuvo que dejar la arcilla porque no pudo concentrarse más, ese día fue el último que pudo ver a su padre a los ojos.
            Los días tenían un sopor constante que le hacían sentir la vida eterna, pero lejos de ser una dicha era una maldición. La inmensidad del tiempo le abrumaba tanto que su alma se apagó y perdió el brillo para siempre.
Doce años cumplía y el hombre delgado con lentes se llamaba Hernán, ahora lo sabía, lo amaba y lo odiaba. El día de su cumpleaños Hernán le horneó un pastel, le preparó su comida favorita, espagueti con carne, a la boloñesa. Cuando ella entró, él ya estaba desnudo, esperándola, sólo vestía un mandil. Después entró la policía, ella no se sorprendió, ni se puso contenta o triste, todo era tan irrelevante en la vida que cada día estaba más convencida que era una planta enterrada en el lodo.
            Sus padres entraron y abrazaron la planta, se la llevaron a otra ciudad, la reconfortaron, llegaron las terapias y los pastelillos de lodo pronto tuvieron harina, mantequilla, huevo, sabores, frutas, leche. Postres y comida todos los días, experimentar nuevos sabores, no podía ir a la escuela, tenía una extraña repulsión hacia los hombres, incluso a su padre. Prefería la concina y esta irónicamente la llevo a la escuela, ahí poco a poco fue encontrando diferentes sabores que algunas veces la hacían sonreír.
            La tarde era ámbar, el sol ya se estaba poniendo y ella pensaba en sabores y condimentos. Él, Hernán pensaba en sus muslos, dieciocho años, cuanto tiempo había pasado, abrió la puerta de la camioneta suburban blanca, ella se subió, no dijo nada, sólo se subió y saludo a Hernán.
           
-Hola.
-Hola Sussy, te extrañé mucho. Sabías que vendría por ti verdad, como te le prometí.
- Si.

Le quitó la mochila del regazo y metió sus manos por debajo de la blusa blanca, hizo a un lado el sostén y comenzó a acariciarla frenéticamente, estaba enamorado. En ese momento su padre iba por ella a la escuela y se cruzó con la camioneta.

-Quiero que me hagas un pastel, como los que tanto me gustan, mañana es mi cumpleaños, lo recuerdas verdad cariño.
-Si.

            El padre denunció la desaparición de su hija, algunos la habían visto subirse a la camioneta blanca, pronto unas patrullas detuvieron el vehículo donde Hernán desfogaba todos sus recuerdos eróticos. Abrió la ventanilla y miró al oficial fríamente, tomó una credencial de su cartera y el policía sólo pudo ofrecerle una disculpa al senador.

otras cosas sin importancia

I am or IMP <> T ar T

Las esquinas de las calles son de papel y van las golondrinas doblando y desdoblando esquinas...