viernes, 12 de febrero de 2010

Oscuros Hechizos de Amor

Para ti


Parte I

Abril, el sol moja la piel. La ciudad es un enorme comal. Pienso en ti como todos los días. Pienso en tus ojos, tus labios, tu sonrisa, tu cabello, tu olor y la humedad de tu sexo. La luz del semáforo es roja y los autos se detienen. El enorme comal nos quema si nos estamos quietos. Sus hijas, las culebras transparentes, se enrollan en sus víctimas hasta asfixiarlas. Las suavizan antes de engullirlas. Los segundos pesan cuando te abrazan esos reptiles. Nos tostamos como cacahuates sobre el enorme comal de asfalto. Las culebras crecen, devoran autos, semáforos y el horizonte. Las llantas se derriten como si fueran de chocolate, o eso me parece, tal vez producto de la insolación, me asomo por la ventilla para revisarlas. Una figura aparece entre los autos, esquiva y atraviesa las culebras con su lento y cansado cuerpo. Es un hombre que vende libros. Las culebras tratan de morderlo, las enfrenta y las aparta del camino con la mirada, está armado con una gorra. Los cuerpos traslucidos de las serpientes impiden distinguirlo con claridad.

El vendedor se acerca. El libro me impresiona, me deja pasmado. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Estoy inmóvil fuera de la ventanilla. Reacciono y le hago una seña al hombre, es necesario que compre ese libro, busco mi cartera. El vendedor ya está en la ventanilla, esperándome. Setenta pesos, joven. El semáforo se pone en verde, aún trato de completar el dinero, solo tengo cincuenta pesos en la cartera, busco en los portavasos donde acostumbro dejar algunas monedas, soy víctima de la desesperación. Los automovilistas tocan el claxon, una moneda de diez pesos, otra de cinco y varias de un peso, cinco más, ¡listo! El libro es mío, arranco el automóvil antes de que el hombre se dé cuenta de mi impaciencia por tener el libro y comprenda que bien pudo haberme sacado doscientos pesos. Huyo lo más rápido que el tráfico me permite pero el semáforo lo impide, se detiene la circulación, es el segundo de tres turnos más que esperare. Mierda. Miro por el retrovisor temeroso de que mis pensamientos se hagan realidad y el hombre decida cobrarme los ciento treinta pesos más que mi conciencia le ha puesto al libro. Pero el hombre continúa en su trabajo deshaciendo culebras transparentes, ajeno a mis delirios persecución.

La portada me complace, es una ganga lo que acabo de adquirir. No puedo dejar el libro sobre el asiento del copiloto, me gusta tenerlo entre mis manos con la posibilidad de hojearlo pero me reservo para más tarde, cuando todo esté tranquilo y estemos solos los dos.

El tráfico es lento, la mujer de la portada se parece tanto a ti que aún no salgo de mi asombro, me perturba demasiado. El título dice: Oscuros Hechizos de Amor.

No entiendo por qué nunca me dijiste o por qué nunca te pregunté. Seguramente la foto es de cuando eras modelo. Alguna foto tuya se quedó en alguna galería de un fotógrafo que después la vendió a la editorial del libro, la cual decidió usarla imprudentemente para ilustrarlo. Y digo imprudentemente porque justo en este momento nuestra relación no va bien, te alejas de mí y yo te persigo, y tú, te apareces en la portada de un libro. Y me recuerdas que no puedo escaparme de ti, como lo escribiste en aquel papelito cuando aún me amabas.

Pero lo más infame es el título. ¿Qué cínico es el destino que me hace comprar el libro con tu rostro en la portada y que trata sobre oscuros hechizos de amor? Si tan sólo supieran tus negras artes y tus enormes poderes, perversa deidad de la enajenación. Seguro saben de ti, no puede ser casualidad. ¿O será tu magia la que me hace verte a todas horas?, ¿o será este maldito calor que me aturde y me cuaja el cerebro?, ¿o simplemente es obra del destino que me recuerda que no puedo alejarme de ti?

Desde la ventana de mi departamento puedo ver cuando entras y sales de tu casa. Hoy llegaste primero que yo, fue culpa del maldito tráfico. Espero paciente para verte salir a tus clases vespertinas e ir tras de ti buscando un encuentro casual que ya se ha vuelto rutinario. Te diré, como siempre: sólo pasaba por aquí, ya sabes que es mi camino al bosque donde me gusta leer. Y te mostraré el libro que tiene tu foto, y quedarás igual de impresionada que yo. Tal vez me digas enfermo y después me des una cachetada pensando que yo hice el libro para fastidiarte. No te diré nada. Me quedaré viendo tus hermosos ojos que ahora me ven con tanto odio como antes lo hicieron con tanto amor.

Tengo el libro entre mis manos, tu mirada es dulce y seductora, como cuando me amabas. Estoy en el sillón rojo donde acostumbraba leer tus tontas cartas de amor que me embriagaban de alegría y me hacían reír como un imbécil enamorado. De verdad que eres bella, no puedo dejar de mirarte en la portada. Me doy cuenta que ni siquiera he pensado en qué es lo contiene el libro, decido hojearlo mientras espero a que salgas. Tiene una dedicatoria: para ti. No podría tener otra más acertada. La siguiente hoja tiene una advertencia: Este libro debe llegar a usted en una desesperada situación de amor o desamor, de lo contrario encontrará todas sus páginas en blanco. Extraña advertencia que me hace revisar las demás hojas temeroso de encontrar papel llano y sin gota de tinta, pero no, ahí están las letras esperando a mis ojos impacientes y me río de mi ingenuidad. La advertencia continúa: Este libro ha sido diseñado especialmente para quien sufre de un hechizo de amor y necesita de una cura inmediata, por eso el libro consta de una serie de anécdotas y recetas que ilustrarán al lector acerca de los hechizos de amor. Debe leerse en orden progresivo, pues es posible que encuentre una cura de manera inesperada.

Tal vez usted visualice en la portada de este libro el rostro de la persona amada, no se asuste, es normal y es consecuencia de un oscuro hechizo de amor, por eso, este libro ha llegado hasta usted. ¡La sanación ya está en camino!

No sé qué pensar, estoy consternado. Reviso incrédulo la carátula y tu rostro sigue ahí, tan claro y definido que puedo sentir el calor de tus labios, lo acercó a mi rostro y beso el cartón plastificado. Se escucha la puerta de tu casa, ahí estas, tan real como en el libro, te subes al auto y te marchas. Rápidamente voy por las llaves del coche, posiblemente nos encontremos esta tarde, otra vez. Se me ha olvidado comer, como en los últimos días. El libro, tú, todo me tiene aturdido. Me detengo en el marco de la puerta. Miro el libro sobre el sillón, y admiro tu rostro hermoso. Algo me dice que puedo tenerte más cerca en la foto que en el fugaz encuentro de camino al parque. Cierro la puerta y tomo el libro, voy al refrigerador y saco lo necesario para preparar unas quesadillas con carne de pavo como las que me hacías. Hoy, no sé por qué, prefiero encontrarte en la tinta sobre las hojas de papel.

otras cosas sin importancia

I am or IMP <> T ar T

Las esquinas de las calles son de papel y van las golondrinas doblando y desdoblando esquinas...