sábado, 24 de octubre de 2015

Reuniones familiares

Dicen que un silencio prolongado, en un grupo de personas, es el paso de un ángel... yo pienso que son mamadas. Pues ahí estábamos los cuatro, dos desconocidos, tres conocidos y una pareja. Poco que decir, mucho que descubrir y un hastío que se asomaba de vez en cuando detrás de los sillones. Las palabras empujadas por el alcohol apenas se reconocían entre ellas. Bendita bebida que hace que estos momentos pasen rápido. Yo miraba mi vaso con ron y hielos, ladeaba todo para hacer girar el contenido.
Es importante saber de dónde venimos y a dónde vamos, muchos nos olvidamos de esto y nos arrastra la corriente. En los últimos años eh adoptado esta filosofía con resultados esperados y un tanto astringentes, pero por un extraño orgullo me retracto de abandonarla. A veces tengo que remar con urgencia y corregir el rumbo, todo con discreción. Sí, soy un puto tibio, no eres la primera que lo dice. Pretendo una cosa y hago otra, pero la vida está llena de contradicciones, las que elegimos son las que nos hacen sentir mejor.
La conversación se encausó por un momento en las personas en común, en el pasado, en los amigos, los conocidos. Dicen que la gente estúpida gasta su saliva hablando de otros, y ahí estábamos los cuatro, hablando de otros, todos estúpidos. Pero mientras hablábamos nos descubríamos. Yo recordaba quien era y lo que pensaba en aquel entonces. Extrañado reconocía de dónde venía y lo distante que me encontraba ahora. Lo curioso es que no me pareció mejor, me vi a la deriva, lejos de aquel bienestar que llegué a extrañar desde mi inmundicia. Melancólico miraba el recuerdo a través de la evocación de aquellos lejanos conocidos, los nombres llamaban a mi identidad, Pedro, Mario, La China, Verónica, Susana, Tomás, Víctor, Mónica, Chapis, Alejandra... cuanta gente ausente en aquella reunión. La euforia se sentía, como si quisiéramos volver a aquellos tiempos, situarnos ahí, como adolescentes tan llenos de energía, tocar la batería, cantar como Jim Morrison, beber con el Piojo y la banderola, fumar y fumar hasta acabar la primera cajetilla del día, mientras nos mentábamos la madre en el futbolito, ver las deliciosas nalgas de las compañeras divas que sólo sonreían conocedoras de su poder, mientras nosotros fantaseábamos con descubrir que no llevaban puesta ropa interior. Segundos después todo se olvidaba y continuábamos en el torneo más importante en nuestras mentes infectas de nicotina, futbolito, puto futbolito.
Entre la bruma de cigarro aparecía la realidad desdibujada por los recuerdos, como lejana, sabíamos que eramos cuatro, pero en aquel lugar estaba toda una generación, más de treinta personas girando como fantasmas de humo con estupor de alcohol, estábamos a punto de materializar aquellos recuerdos cuando alguien nos volvió a la realidad, conociendo el destino inefable al que llevaría dicha acción, como previniendo el desastre soltó un distractor y después una bomba. Los fantasmas desaparecieron, el humo no, la realidad volvió a ser patética, cuatro almas, unas más insatisfechas que otras, reunidas con el pretexto del alcohol. Entonces la empatía se volvía indiferencia, tal vez por la prohibición tácita del comportamiento moral, por eso creo que preferimos controlar los vínculos y no mezclar roles innecesariamente.
Entonces llegarón los viajes, yo aquí, yo allá, vi esto, vi aquello y viajamos juntos en los recuerdos del otro, adquiriendo impresiones de Nueva York, Las Vegas, París, Cacún, Los Ángeles, La Habana... que poco conozco, pensé, el mundo es tan pequeño y costoso para algunos que nos deja inmóviles en el mismo lugar, pero los más osados encuentran caminos sin riqueza material, orgulloso pensaba que era de los últimos y que pronto compartiría nuevas experiencias al insípido grupo.
Los rostros se desdibujaban, la extraña belleza lucía deforme, la fealdad parecía interesante, lo interesante lucía aburrido, el sueño agotaba la conversación. Contemplación, introspección, es hora de largarse, es tiempo de separarnos, unos se van, otros se quedan, la vida continúa, el paréntesis temporal se ha cerrado. Asfalto semáforos, llaves, cama... dormir.






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