Sigiloso me pregunto frente al teclado de la computadora: ¿Cuál era la reflexión que me aquejaba hace un momento? Una llamada, unas llaves no entregadas, un número de teléfono, un descuido y la historia se fue por otro lado. Mi memoria tiene hoyos como un queso, cuando caigo en uno de esos agujeros salgo del otro lado y ya no es el mismo queso. A la mierda con las analogías. Aún escribo la maraña que hace dos años apareció en mi cabeza y que aún no puedo descifrar: le llamo «novela».
Sigiloso oprimo el botón naranja que dice publicar y me libero.