miércoles, 23 de marzo de 2016

Algo de las notas

Necesitaba sacar de las cosas una especie de provecho personal; y rechazaba como inútil todo lo que no contribuía al consuelo inmediato de su corazón, pues, siendo de temperamento más sentimental que artístico, buscaba emociones y no paisajes.

Madame Bovary. Gustave Flaubert.

domingo, 13 de marzo de 2016

Disonancia relativa

El camioncito que relincha está contemplativo como siempre. Mira hacia la calle con los ojos de pintura cacariza, producto de las inclemencias del tiempo y del polvo. Esas partículas diversas que se van agolpando paulatinamente una sobre otra hasta formar una costra que arranca en la menor oportunidad un pedazo de pintura, esta demás decir que la pintura sobreviviente se vuelve opaca con el brillo del Sol acumulado.
¿Por qué relinchaz camioncito? No sé, desde hace seis meses que estoy estacionado y mi voz ha cambiado, creo que es un error electrónico, antes cuando echaban una moneda se escuchaba el encendido de mi potente motor, ahora un sendo relinchido atraviesa el local. Ya no imagino caminos asfaltados, ahora galopo en praderas interminables. Tengo disonancia relativa, porque al final de cuentas la imaginación infantil es la que me lleva de paseo, mi proposito es estar aquí y repetir después de cada moneda: ¡gracias, vuelve pronto!
La calle está desierta, sólo pasa alguno que otro coche de esos que si giran las llantas. La miopía del camioncito que relichan apenas le deja ver una pequeña figura dibujada en el horizonte de las calles desiertas. Su caminar es extraño, se mueve rápido y con seguridad, parece un alienígena, ¿será que la invasión espacial ha comenzado ya? ¿y que le harán a los comioncitos que relinchan? Creo que nada, son un accesorio de la vida. El cuerpecillo se acerca, es directo, mira al camioncito de frente y le sonríe, el camioncito hubiera querido devolverle la sonrisa pero no puede, la fibra de vidrio no permite movimientos. El hombrecillo busca en su bolsa y saca una moneda, se monta al camioncito, y se agacha para introducir la moneda y hacerlo relinchar.
El camioncito siente como cae en sus entrañas la moneda, ese inconfundible sonido de metal con metal que tanto gusta a los ávaros, todo comienza a vibrar, puede sentir la vida a través de cada parte mecánica de su cuerpo, es la magia de las monedas, la magia de dinero.
El relinchido inicial y el galope subsecuente transforman la realidad, ahora es un viaje por la imaginación, algo que debe tomarse con mucha seriedad y el hombrecito lo sabe, se acomoda en el asiento y observa analíticamente el paisaje, como terrateniente revisando su propiedad, sabe la responsabilidad que tiene. El camioncito va relinchando y el sonido del galope no corresponde al movimiento mecánico que más bien es de un automotor.
El vehículo se detiene, pero esto no perturba al pasajero, quien saca otra moneda de su bolsillo y la introduce para avanzar un poco más. El movimiento empieza, el hombre no se mueve, se deja llevar, apenas y mueve la cabeza para controlar el panorama.
Todos tenemos madre, el pasajero también, pero no la trajo hoy, no el día del recorrido, a veces las madres estorban, ensucian el paisaje. El va plácido, sin preocupaciones, realmente disfruta su paseo y eso hay que tomarlo con mucha seriedad.
El camión se detiene. El hombre baja satisfecho, fue un buen viaje. Camina sereno hacia la calle, antes de desaparecer da un vistazo al dependiente, sonríe y se va corriendo, se da ese lujo, él lo sabe, tiene cinco años.
El camioncito sonríe y se le rompe un labio, la fibra de vidrio no se estira.

De los vientos y las hormigas

Algo se mueve, son árboles, son personas, son pensamientos, es el viento.
Algo se mueve y no se ve.
Algo se mueve y se siente.
Quita techos y arrebata esperanza.
Algo termina, puede ser la vida, puede ser una estación del año o el miedo que hunde sin respuesta.
Es como el niño gigante que sopla a las hormigas para verlas rodar y aferrarse en la arena suelta.
Sopla más fuerte, no tengas misericordia, ellas no la tienen con las hojas ni con los cadáveres de insectos, ni con la piel en la que florecen ronchas.
Sopla hasta limpiar este mundo de hormigas.
Nada justifica tu crueldad, ni la de ellas, así es la naturaleza, ya te acostumbrarás. No dejes de soplar que mis cabellos quieren danzar.
Las noticias tienen miedo, las personas tienen miedo, el viento ha venido para mostrarte que no es tan dulce como en el risco a la orilla del mar.
Extiende las alas y monta su corriente.
Me largo hasta caer, ahí empezaré a buscar hormigueros hasta que algo se mueva, hasta que algo sople, hasta que la vida diga que muera.

otras cosas sin importancia

I am or IMP <> T ar T

Las esquinas de las calles son de papel y van las golondrinas doblando y desdoblando esquinas...