Como un espejo en tres dimensiones apareció el hombre cocodrilo, en el banco, formado en la fila para ejecutivos, esperando el momento de soltar todas esas dudas bancarias que no debería tener pues es el negocio que administra su dinero, pero nunca son claros en sus términos y políticas de letras pequeñas, hasta que sale un pedo y hay que visitar la sucursal y formarse en la fila de los ejecutivos.
¿Esta fila es para ventanilla o cajero? Para ventanilla joven. Genial, sólo hay dos personas. Con lo que me cagan las filas del banco, dos turnos son tolerables. Espero nunca volver. Además me dijo joven, cosa cada vez menos usual. Ahí estoy parado como imbécil, buscando que hacer con mis manos, mis pies, los pensamientos, la mirada; está última se detiene en los tenis del hombre cocodrilo. Unos vans de modelo reciente, este cabrón se siente chavo a pesar de su edad... unos cincuenta y seis o más. Entonces recuerdo que también uso unos vans. No trae calcetines... yo sí. Pantalón de mezclilla y una polo Lacoste, la del cocodrilo, es un hombre cocodrilo. Un ser de esa especie temporal que denominamos chavo ruco o ruco chavo, este compadre cumple con todo el estereotipo.
De pronto una punzada entre el parietal y temporal derecho, me sacan del análisis... se viste como yo en un 90% si no fuera por los calcetines, este hombre igual que yo de seguro vio Cocodrilo Dundee en el cine, estoy a punto de decirle Cococrilo Dundee y esperar su reacción. Seeee gueey, buenaza la película; o yo también la vi. Una respuesta así, pero me contengo y comienza mi profunda reflexión. Yo también soy un chavo ruco, mierda.
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